the visitor

Es extraño volver a casa como un visitante.
Parece que el tiempo se hubiera detenido con gentileza, que el reloj hubiese parado el tic tac de sus agujas durante más de tres meses y entonces estás allí y todo sigue igual: El olor lácteo a humedad, la lluvia, la cerveza, el inglés... typical Irish stuff. Y muchas otras cosas, menos Irish y más nuestras.
Y recorres las calles que solías andar todos los días, te pierdes por caminos familiares, recuperas viejos malos hábitos, hablas de lo mismo, añoras, sientes nostalgia, recuerdas las risas, recuerdas los llantos, mil anécdotas, de un año, de otro, de hace aún más años... Y ves, con certeza, que aunque el tiempo parezca haberse detenido, en realidad corre raudo, veloz, implacable, no para de andar, como los nuevos muñecos en las pantallas digitales de O´Connell street y como el agua del río Liffey, directa al mar, al mar que puedes oler desde Windmill Lane, al mar que susurra, ruge y gime, según el momento y eligiendo la intensidad adecuada, como el mejor de los amantes.
Y me pregunto por qué desde que estoy en Madrid escribo menos y me quejo más, ya se lo dije una vez a alguien, siempre pensé que las palabras más hermosas nacen del dolor. Espero que la escasez de tinta e inspiración se deba al bienestar y la falta de tiempo y no a haber abandonado la tierra de músicos y literatos.
Me alegra haber vuelto y haber vivido un fin de semana de flash back. con lluvia incluída.